El edadismo hace referencia a la forma de pensar (estereotipos), sentir (prejuicios) y actuar (discriminación) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad. Actualmente, se ha convertido en la tercera forma de discriminación en nuestro país, por detrás del racismo y el sexismo.

Que en nuestra sociedad se mantengan actitudes y creencias edadistas, trae consigo consecuencias tanto físicas como mentales para las personas mayores. Por ejemplo, se ha demostrado que aquellos individuos que se perciben como una «carga», como consecuencia de discriminaciones relacionadas con su edad, han presentado más episodios de depresión y han manifestado conductas de aislamiento social.

Estrategias para evitar el edadismo en las residencias:

  • Evitar la infantilización: existen expresiones y formas de comportarse hacia las personas mayores que las infantilizan y las sitúan en una posición de inferioridad. El lenguaje de bebé, hablar excesivamente alto con una entonación exagerada, un registro sencillo, diminutivos como viejito o abuelito (o del nombre propio de la persona) de forma generalizada y posesivos como nuestros mayores o nuestros abuelos; son algunos ejemplos de infantilización.
  • Prevenir la despersonalización: consiste en no tener en cuenta la singularidad de cada persona mayor, sus necesidades y preferencias, y tratarlas a todas de manera homogénea. Algunos ejemplos son hablar de los jubilados, los pensionistas, los viejos, los abuelos; como un grupo uniforme. También lo encontramos en el pensamiento de que en la vejez todo son problemas de salud, vulnerabilidad, dependencia, que todos cambian su personalidad siendo más cascarrabias o tozudos o que todos tienen problemas sociales o se sienten solos. Cada persona mayor vive y tiene sus peculiaridades, personalidad, aficiones, manías, etc.
  • Eliminar la deshumanización: se produce cuando se pierde la empatía en el trato, no potenciando su autonomía, no respetando su privacidad o no permitiendo su participación en la toma de decisiones. Expresiones como, por ejemplo, «ya lo has hecho todo» despojan de valor las actividades, gustos y peculiaridades de las personas mayores.

Sobre esta base, es importante tomar un momento para reflexionar sobre nuestras propias actitudes, ya que puede ayudarnos a identificar cualquier sesgo edadista que tengamos y trabajar para cambiarlo. Al comprender estos problemas y trabajar para abordarlos, podemos ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas mayores y garantizar que sean tratadas con la dignidad y el respeto que merecen.