La sociedad actual asocia el término “tercera edad” con características distorsionadas de la realidad, se desprecia esta etapa de la vida y se margina a un colectivo que, en tan sólo 30 años, representará el 22% de la población mundial.

Es muy frecuente relacionar vejez con la pérdida completa de autonomía física y con un serio deterioro de la capacidad cognitiva. Y también es muy común vincular vejez con una mentalidad más conservadora y con una predisposición a la intolerancia o al mal genio.

Estos estereotipos, junto con algunos otros que podríamos calificar de positivos, como la serenidad o la ingenuidad de nuestros mayores,  afectan de una manera tan profunda en la sociedad que las mismas personas, llegadas a una cierta edad, asumen este rol en su comportamiento cotidiano y se acomodan a estos clichés preestablecidos para encajar en su entorno.

Siempre hay que apostar por un envejecimiento saludable en el que los estereotipos hacia las personas mayores no tengan cabida y en el que la sociedad se conciencie de todo lo que nos aporta rodearnos de gente mayor.

La juventud no siempre ha de ir ligada a lo positivo (“estar bien”), ni la vejez a lo negativo (“estar mal”), siempre existen posibilidades de mejoras y cambios positivos.